lunes, 21 de abril de 2008
bétula péndula
Los hombres recorren las veredas. Los árboles se desnudan y bailan en la mañana. Una ráfaga de cenizas. Hay polvo gris en la ciudad. Es el polen de los volcanes aledaños que por los vientos ha llegado a nuestros cielos. La ciudad se erosiona cada vez más seguido por los agentes externos que llegan en viejos carros. Los diarios advierten leyendas viejas y publican grandes guisos de información. Los pasajeros del engranaje se pasean con el atuendo indeciso propio de la época. Antes los hielos que azotaban la calle, luego los hermosos cometas, más tarde la nieve y otra vez la lluvia. Los gigantes hacen de esta una ciudad que despierta sólo cuando la besa el cielo. Así es este árbol... Su corteza frágil se deshace al tacto. Cuando uno era niño, era inevitable asociarla a las cáscaras de la cebolla. Sus hojitas como el as de pick y sus semillas al viento como pequeños fideítos de una sopa esparcida por el suelo. Hermosos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario